Va a inaugurarse, como cada año, la Feria del Libro en Madrid, ese escaparate inmenso y al aire libre, mezclado con los árboles del Retiro, donde se vuelcan con orgullo toneladas de papel escrito. Esta vez, la Feria se envuelve en el lema Europa se construye con los libros. La frase es buena, desde luego. Pero el eslogan es casi siempre la píldora anticonceptiva del pensamiento y se le debe dedicar especial atención para que sus fórmulas sintéticas no reduzcan casi todo a cuatro palabras sencillas que aparentan mucho contenido.
Hay en todos los aspectos de la cultura y especialmente en estos eventos literarios una tenaz perversión que consiste en considerar las herramientas y los medios como si fueran objetivos o fines en sí mismos. Europa no se construye con libros, que son instrumentos de papel para la crítica y el pensamiento, herramientas para ganar la libertad y mantenerla. Seguramente se construye leyendo libros y aun así, no indiscriminadamente. El matiz no es inútil.
Esto me recuerda el viejo aforismo que cifra la plenitud de una vida en plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. Yo nunca he estado de acuerdo con esta idea porque la frase es equívoca y provoca confusión. Seguramente, al decir eso, se quiere decir otra cosa. Tal como yo quiero entender su significado, la plenitud de la vida consistiría en regar un árbol, hablar con un hijo y leer un libro. Es la actitud frente a las cosas la que importa y no las cosas mismas.
De otro modo, podría parecer que lo que importa es la presencia de las cosas y no nuestro trato con ellas. Esa confusión hará, probablemente, que durante la Feria del Libro se ponga el énfasis en los valores de la oferta: en el número de expositores, el número de ventas, el número de títulos y en la presencia de los libros en la calle. Cuantas más editoriales expongan, mejor. Cuantos más libros se vendan, mejor. Cuantos más títulos nuevos aparezcan, mejor... Pero lo que de verdad importa, lo que más importa –nuestro trato con los libros, la lectura y la crítica individual de lo que se lee– son las actitudes personales todavía escasas para que podamos construirnos sólidamente por dentro, que es, sin duda alguna, como se construye Europa.